Carta a santa Teresa de Ávila, página 291
Mujer de lenguaje sencillo y de pluma elegante y aguda. Tenías un altísimo concepto de la misión de las monjas. Sin embargo, escribiste al padre Gracián "¡Por amor de Dios, mire bien lo que hace! No creanunca a las monjas, porque si ellas quieren otra cosa, recurren a todos los medios posibles" . Y al padre Ambrosio, rechazando a una postulante, le decías: "Usted me hace reir diciéndome que ha comprendido a aquella alma sólocon verla.¡No es tan fácil conocder a las mujeres!C
arta a Francisco Petrarca, página 287
"Sólo está vencido el que pierde la vida o el valor. Resulta vencedor quien decide continuar combatiendo".
Es el tipo de confesor que desea la gente de nuestro tiempo: Firme pero delicado; amante de Dios, pero co
nocedor también de los problemas de los hombres.(San Francisco de Sales)
Es cierto que actualmente, por deseo de la Iglesia, el acento se pone, más que en la acusación de los pecados, en la sincera conversión personal.
Carta a Félix Dupanloup, página 275
A mí, cuando era todavía novel sacerdote, me enseñaron:" el texto es solamente una ayuda,un estímulo, peronunca una cómoda poltrona donde el catequista se tumba para descansar". "El texto, por perfecto que sea es cosa muerta; al catequista toca infundirle vida". "A los pequeños se les enseña, más que lo que se sabe, lo que se es. De poco sirven las hermosas palabras salidas de la boca del catequista si su conducta las desmiente.
Carta a José Joaquí Belli, página 265
¿Estoy triste? La simpatía de quién conversa conmigp, me consuela.
¿Me siento solo? La conversación pone fin a la soledad. Si se trata de una conversación familiar, me encuentro feliz por verme admitido en la intimidad de otro. Si se trata de una conversación importante, me considero honrado al verme tratado como "persona de talento".
¿Es la primera vez que converso con una persona? Tengo la impresión de estar viajando placenteramente por un país desconocido.
Carta a Guillermo Marconi, página 255
Una tercera parte de la humanidad nada en la abundancia de todo,mientras las otras dos terceras partes viven en la miseria, que aumenta constantemente. Para remediarla bastaría suprimir los insensatos gastos de armamento y reducir ciertos lujos; en poco tiempo la tecnología podría proporcionar a la familia humana un nivel económico, social y cultural elevado. Estolo sabe muy bien todo el mundo, y es esto sobre todo lo que irrita a los pobres.
Carta a Quintiliano, página 244
No está bien que haya un solo maestro para un solo alumno Si no se compara con los demás el estudiante corre el peligro de engreirse demasiado;
puesto ante un solo estudiante el maestro no da lo mejor de sí mismo. En cambio, si hay muchos en clase, hay emulación,hay porfía y ésta estimula frecuentemente al estudio, másque las exhortaciones de los maestros y los ruegos de los padres.
Carta a san Lucas Evangelista, página 237
A mí no me asusta tanto oír que hay en el mundo atentados, robos, rapiñas, secuestros y homicidios, porque siempre los ha habido; lo que me da miedo es la manera nueva con que muchas gentes ven estos fenómenos. Las leyes y las normas se consideran como cosas de las que hay que burlarse, o se las enjuicia como si fueran represión o alienación.
Carta a Cristóbal Marlowe, página 227
Pienso con Carlos Baudelaire, poeta como tú, y que como tú no era ningún angelito, que " más la burla más lograda del diablo es la siguiente: hacer creer a los hombres que él no existe". Él, el diablo, uno de los protagonistas de la historia, trata de pasar de incógnito por el mundo y de que le nieguen los hombres para conseguir de ellos que promuevan contra Dios la rebelión que él un día emprendió.Y, en parte, lo ha logrado.
Carta a san Buenaventura, página 219
En cambio,los jóvenes que buscan la coherencia no perseveran, hallan en seguida incoherencias, verdaderas o aparentes, en la propea Iglesia y se apartan también de ella. Y como de algo hay que hacerse, se adhieren a pésimas ideologías de moda y al culto espasmódico del sexo, que es el reverso de una religión, bajo el nombre de "liberación sexual o erótica"
Carta a Aldo Manuzzio, página 211
A fuer de humanista, recordarás, sin duda, el capítulo tercero de La república de Platón.donde se enumeran los signos de la decadencia democrática: los gobernantes son aceptados por los súbditos sólo a condición de que autoricen los peores excesos; al que obedece las leyes lo llaman estúpido; los padres no se atreven a corregir a sus hijos; los hijos ultrajan a sus padres ("para ser libres", escribe irónicamente Platón):el maestro teme al alumno y el alumno desprecia al maestro...
Carta a Alvise Cornado, página 203
¿Que tengo pocas fuerzas? Puedo, al menos, rezar. Soy cristiano, creo en la eficacia de las oraciones que las monjas de clausura elevan a Dios en sus conventos, creo también con Donoso Cortés que el mundo nuestro necesita más oraciones que batallas. Además, nosotros los ancianos, ofreciendo a Dios nuestras penas y esforzándonos por soportarlas serenamente, podemos influir grandemente en los problemas de los hombres que luchan en el mundo.
Carta a Casella, músico, página198
No sé si lo creerás, pero en el jubileo de1950 fueron más de 10.000 los peregrinos venidos a Roma a pie, en bicicleta, a caballo, en canoa, en sillas de inválidos o remolcados por perros, en camillas de enfermos provistas de ruedas.
Silvio Nero cita al joven Kurt Herming Drake, estudiante finlandés.que salió de Helsinki en julio y llegó a Roma en noviembre. El baron Tritz von Gumpenberg, de veintinueve años, medio ciego, vino solo, a pie,desde su castillo de Poltmes, cerca de Munich, y se volvió también a pie pasando esta vez por Padua, por ser devoto de San Antonio.
Carta a Alejandro Manzoni, página 191
¿Y de los grandes de este mundo, qué? Tienen también un sitio en vuestra novela, pero al servicio de los humildes o, en contraposición a los humildes, a fin de que éstos cobren una buena imagen.
Aristocrático por su cuna, no admite usted más aristocracia que la de estar al servicio de los humildes. Para usted no existe superioridad de unos sobre otros más que en el servicio al prójimo.
Carta a Santa Teresita de Lisieux, página 180
Amando al prójimo, te esforzaste por prestar pequeños servicios que, siendo útiles pasaban inadvertidos y preferir en todo caso a personas molestas y que congeniaban menos contigo. Detrás de aquel rostro nada simpático sabías encontrar el rostro simpatiquísimo de Jesús. Y nadie se daba cuenta de tanto esfuerzo y de esta búsqueda: "Qué misticismo el suyo en la capilla o el trabajo -escribió de tí la priora- y, al mismo tiempo qué bromista y ocurrente en la recreación, hasta el punto de hacernos desternillar de risa".
Carta a Hipócrates, página 171
Echa una mirada y exclama. "¡Esto no es nada! ¡Allá voy!" Y, desde luego ataca rápidamente la pared con ardor y entusiasmo. Pero ni ha previsto casi nada,ni se ha provisto de los útiles más elementales. Surgen rápidamente serias dificultades ante las que nuestro impetuoso alpinista comprueba que no bastan el ardor y la fuerza muscular
Carta al pintor anónimo del castillo, página 165
Estoy de acuerdo contigo, querido pintor, en que nuestra vida es un viaje con un punto de partida y de arribada a nuestros vigésimo, quincuagésimo y sexagésimo año no son más que un tramo intermedio entre ambos extremos.
Ahora bien,en el caso que, mientras sabemos la distancia que media exactamente desde el punto de partida, desconocemos por completo la distancia a que estamos del punto de llegada. ¿Cuántos años quedan? Conocemos a personas buenísimas expertas en dibujo y mecánica, lengua inglesa y triginometría, pero ese conocimiento insignificante, ese pequeño detalle de los años que nos falta eso nadie lo sabe.Ca
Carta a Walter Scott, página 161
Añade a todo esto la radio y la televisión, y verás qué problemas se plantean a los padres, a los educadores, a los pastores de almas y a las autoridades públicas.
Problemas tanto más acuciantes como que la gente se ha hecho mucho más celosa de su libertad individual, y es más difícil recurrir a la censura y a las prohibiciones. ¿Encontrará el estado el modo de limitar la libertad individual cuando esté en evidente contraste con el bien común?
Carta a Lemuel, rey de Masá, página 151
Tu mujer ideal es también socialmente abierta: "Abre sus manos al necesitado y extiende elrazo al pobre". Hace trabajar a siervos y siervas, pero les precede en las labor no permite que les falte nada. Cuando el invierno es duro , saca de los cajones vestidos calientes porque "todos los empleados llevan trajes forrados"
Hoy, ilustre Lemuel, se cultiva de otro modo la justicia y la caridad social.Nuestras mujeres más que patronas son hoy día empleadas y trabajadoras independientes
Carta a Pavel Ivanovic Cicilkov, página 143
Y hemos de rechazar con toda energía la idea de que las verdades de la fe no son sino la expresión de un momento de la conciencia y de la vida de la Iglesia. Las verrdades de la fe valen siempre, aunque es posible comprenderlas cada vez mejor y expresarlas con fórmulas nuevas, más acertadas y más adecuadas a los tiempos modernos.
Carta al oso de San Romedio, página 135
Se dice también:"Blasfema como un turco". Pero es una calumnia; los turcos no blasfeman. En Francia, en Suiza y en Alemania se dice, en cambio y con fundamento: "Blasfema como un italiano".
Carta a San Francisco de Sales, página 125
Encontraste, como todos, incomprensiones y contadicciones: "El corazón de carne sufría" pero seguía amando a sus contradictores. "Si una persona me sacase por odio el ojo izquierdo -escribiste-, creo que la seguiría mirando amablemente con el ojo derecho. Si me sacase también éste, todavía me quedaría elcorazón para amarla".
Carta a San Bernardino de Siena, página 119
Dejando en paz a Ovidio, hoy hablarías explícitamente de libros y fotonovelas indecentes, de películas y droga. Pero conservarías intacto el siguiente apóstrofe: "Cuando tú, padre, tienes un hijo estudiando en Bolonia o en donde sea,
y oyes que se ha enamorado, no le mandes más dinero. Llámale a casa , que no aprenderá nada, como no sea cancioncillas y sonetos...,y será luego un parásito en tu casa".
Carta a don Gonzalo Fernández de Córdoba, página,112
La misma expulsión de los mercaderes del templo es un acto religioso bien calculado ymeditado. Efectivamente, Cristo en el templo no hiere ni mata a nadie, no incendia el templo; sólo echa por tierra las mesas de los cambistas y ahuyenta los animales de los comerciantes a los que, más que daño , causa una molestia momentánea con vistas a un fin ulterior: enseñar el respeto a la casa del Padre.
Carta a Pablo diácono
La manía del veraneo," que obliga a la gente al quiero y no puedo, tiene hoy las características semejantes a las del tiempo de Goldoni. Con frecuencia las pagan los derechos de conciencia y las virtudes familiares, así como el sentido de la econmía, el saber controlarse, el ahorro.
Lo verás tú mismo: edad difícil, tanto para tí como par tus educadores. Ya no eres un niño, y rechazarás la compañía, las lecturas, los juegos de los pequeños; pero tampoco eres un hombre y te sentirás incomprendido y casi rechazado por los adultos.
Y mientras pasas por la extraña experiencia de un rápido crecimiento físico, tendrás la imoresión de encontrarte de improviso con unas piernas kilométricas, unos brazos de Briareo y unavoz extrañamente cambiada,insólita, irreconocible.
¿Qué hará Pier de Morone?
¡Si no sabe defenderse,
cangará mala canción!
Carta a Johan Wolfgang Goethe, página 53
Carta a Trilussa, página 34
Carta a María Teresa de Austria, página 22
La señora Le Blanc de Mions tiene por el contrario un escrúpulo: ¿Podrá ella,tan devota,enpolvarse los cabellos según la moda? "¡Por Dios, responde Francisco, que se empolve hardiment (sin reparo alguno) la cabeza; también los faisanes se limpian las plumas !
Francisco de Sales quería, al escribir así, dar consejos cristinamente sensatos, dejando a la vida devota todas sus rosas sin quitarle ninguna espina. Pero se lo tomó a mal, majestad. El gran Bossouet escribió de él que de esa manera no hacía más que "colocar almohadones bajo los codos de los pecadores"
Carta a Jesús, página 323
Estoy acabando de escribir esta carta. Nunca me he sentido tan descontento al escribir como en esta ocasión. Me parece que he omitido la mayoría de las cosas que podían decirse sobre tí y que he dicho mal lo que debía haber dicho mucho mejor. Sólo me consuela esto: lo importante no es lo que uno escriba sobre Cristo, sino que muchos amen e imiten a Cristo.
Y, afortunadamente -y a pesar de todo-, esto sigue ocurriendo también hoy.
Carta a Andrés Hofer, página 313
Más interesante es mantener la unión tanto entre los católicos como entre los ciudadanos de un país. Somos cristianos,pero también resulta provechosa la lección del cónsul pagano Pablo Rutilio. Era un hombre muy gordo. Un día, para apaciguar una terrible contienda, que parecía no tener fin, se interpuso entre los dos contendientes y les dijo:"Queridos amigos, como véis yo soy muy grueso, y mi mujer lo es más todavía. Sin embargo, cuando estamos en paz, nos basta para los dos una estrecha cama, en cambio, cuando estamos reñidos, la casa entera nos parece pequeña y no nos basta.
Carta a Carlos Goldoni, página 303
Las mujeres de tu tiempo, aunque también pecaban, admitían casi todas que un Dios, situado por encima de nosotros, podía imponer normas a las acciones humanas, en beneficio nuestro y no suyo, ¿Qué pasa hoy? Me pregunto cuántas mujeres estarán de acuerdo con la tesis de la diputada. Deseo que no sean muchas, pero no lo sé. Si fueran numerosas, entonces, más que ante un progreso del "feminismo", nos encontraríamos ante un hundimiento de la feminidad y de la humanidad.
Carta a Santa Teresa de Ávila, página 292
Insuperable, sin duda, te mostraste en el momento de la batalla. El Nuncio, nada menos, te mandó encerrar en el convento de Toledo declarándote “fémina inquieta,, vagabunda, desobediente, y contumaz...” . Pero desde el convento enviaste mensajes a Felipe II, a príncipes y prelados y se desenredó la madeja.
Vuestra conclusión: “Teresa sola no vale nada. Teresa y un maravedí valen menos que nada. ¡Teresa, un maravedí y Dios lo pueden todo!
Carta a Francisco Petrarca, página 283
Escribiendo desde Roma a tu amigo Juan Boccaccio, le contaste la desgracia que te había ocurrido: Un caballo sin herrar te dió una enorme coz en tu preciosa rodilla, lo cual te ocasionó durante quince días agudísimos dolores. Y añadías: “ Pero lo acepto todo en descuento de mis pecados y en sustitución de la penitencia que el confesor, demasiado bueno conmigo, no me ha impuesto”.
Carta a Félix Dupanloup, página 274
Ya obispo, el catecismo ocupó la cima de sus pensamientos y llenó la mayor parte de sus libros. Escribió en su diario: “Apenas me asignaron a clase de los pequeños, me sentí enardecido. Desde entonces, lo que no es catecismo, acción pura de la gracia en las almas, no es nada a mis ojos. El escritor en ciernes que había en mí, cedió el puesto al catequista y se puso completamente a su servicio”. También escribió usted: “El ministerio más bello es el pastoral. Pero el catecismo es más bello todavía. Es el hermoso ideal del corazón de Dios. Nada se le puede comparar. Es el ministerio más puro, más desinteresado y más alejado de toda ambición”.
Carta a José Joaquín Belli, página 272
Tú no podías saber entonces el por qué de estas expresiones. Tampoco yo soy capaz de descubrir la razón de las actuales. ¿Que la culpa es de la moda?
Esta ha sido definida como “el horror del pasado inmediato”, “no madre sino suegra, y tirana del buen sentido”.
¡Cuanto mejor sería, que al menos en la conversación, en lugar de las difíciles palabras de moda, usáramos palabras sencillas y fáciles, tomándolas tal vez de las fábulas de Tolstoi o de sus sonetos previamente seleccionados y expurgados.
Carta a Guillermo Marconi, página 260
Jonás, el del Antiguo Testamento, pensaba que no debía compartir con otros pueblos los privilegios del suyo. Enviado a predicar a Nínive, en Oriente, intenta escapar hacia Occidente, porque los ninivitas no son hebreos. Dios, por medio de un sistema de tempestades huracanadas y de fauces abiertas de ballenas, hace que Jonás vuelva a Oriente. Al predicar a los ninivitas espera que éstos no se conviertan. Pero sucede todo lo contrario. los ninivitas se convierten, Dios los perdona. Jonás, como si fuera un muchacho caprichoso se queja a Dios:¡”Lo sabía, Señor, tú te dejas llevar siempre por la misericordia y perdonas incluso a esta gentuza”.
Dios le da una lección de universalidad con fino humorismo, pero también con inquebrantable firmeza.
Carta a Quintiliano, página 248
Hermosa y positiva es la atención prestada a los débiles en la escuela, Pero esta atención puede prestarse conservando cierto grado de competición. La escuela prepara para la vida, que también está hecha de desigualdades. El mismo deporte, que tanto gusta a los jóvenes, ¡qué sería de él sino hubiese emulación y competitividad! Una escuela sin primero y sin último ni es realista ni resulta agradable: se parece demasiado a un rebaño de ovejas.
Carta a San Lucas Evangelista, página 241
A los segundos les digo: Está muy bien eso de haber escogido la causa de los pobres, de los marginados y del Tercer mundo. Pero ¡ojo con que, con la excusa de los pobres lejanos y organizados, descuidéis a los pobres cercanos. Pobre cercana a ti es tu madre, ¿por qué no la obedeces y la tratas mal? Pobre y cercano a ti es tu profesor ¿Por qué eres con él tan irrespetuoso y despiadado? ¿por qué impides con la violencia y los piquetes que tu condiscípulo entre contigo en clase, pretextando que sus ideas políticas son opuestas a las tuyas? Apoyas la gran causa de la paz. Pero ¡ojo no se cumplan las palabras del profeta Jeremías!: “¡Van por ahí diciendo paz, paz, pero no hay ni sombra de paz”. La paz en efecto, cuesta; no se logra con palabras sino con sacrificios y renuncias amorosas por parte de todos.
Carta a Cristóbal Marlowe, página 233
Que existe el diablo, espíritu puro invisible, no es ya para el problema para la existencia de Dios y de los ángeles. Admitir su poder sobre la humanidad no tiene por qué asustarnos, si creemos en la victoria alcanzada por Cristo. En la cruz el Señor parecía vencido. Pero era el vencedor, y así se vio en la resurrección.
Nos encontramos en la misma situación: sujetos a tantas tentaciones, pruebas y dolores, parecemos vencidos, ¡pero con la gracia del Señor seremos vencedores!
Carta a San Buenaventura, página 223
¡ Dulcísimo san Buenaventura! Tus contemporáneos que tuvieron la dicha de escucharte quedaron embriagados con tu palabra. Escribieron: ”hablaba con lenguaje angélico”. Desearía que siguieras hablando como un ángel sobre todo a los padres, a los educadores, a los políticos, a cuantos son responsables de los jóvenes. Y querría que dijeras: “No temáis ni a la fatiga, ni a las justas reformas, ni a los sacrificios, ni al diálogo, con tal de ayudar a estas criaturas. Y esto, por su bien y también por el vuestro. El que hoy teme a las fatigas y a los sacrificios lo puede pagar caro mañana”.
Carta a Alvise Cornaro, página 205
Los problemas de los ancianos de hoy son más complicados que en la época de usted, y, tal vez, humanamente más profundos, pero el remedio clave, querido Cornaro, sigue siendo el de usted: reaccionar contra todo pesimismo o egoísmo. “Me pueden quedar todavía decenas de años de vida; he de utilizarlos para recuperar el tiempo perdido, para ayudar a los demás; quiero hacer de la vida que me queda una llamada de amor a Dios y al prójimo.
¿Que tengo pocas fuerzas? puedo, al menos rezar. Además, nosotros los ancianos, ofreciendo a Dios nuestras penas y esforzándonos por soportarlas serenamente, podemos también influir grandemente en los problemas de los hombres que luchan en el mundo”.
Carta a Casella, músico, página 201
En medio de toda esta confusión anarcoide y alocada, no cabe duda de que la reconciliación reinstaurada entre los hombres sería la música más apetecida y necesaria. A ella quiere contribuir intensamente el jubileo con esta dinámica: “Reconciliaos primero con Dios, renovando vuestro corazón, poniendo amor donde haya odio, serenidad donde haya ira, moderación y honestidad donde haya desenfreno.”
Carta a Alejandro Manzoni, página 192
Todo hay que decirlo: ninguna clase de violencia le agrada a usted, ni siquiera la que intentan los pobres cuando son injustamente pisoteados. Renzo, al tomarse la justicia por su mano, exclama: “Por fin en este mundo va a hacerse justicia”, frase duramente fulminada por usted con esta apostilla: “¡Qué verdad tan grande es la de que un hombre , cuando ya no puede más, no sabe lo que dice”
Pero ¿qué aconseja usted contra la violencia en lugar de la violencia? El perdón. Perdón le pide fray Cristóbal al hermano del hombre al que él mató, y todo el resto de su vida se lo pasó haciendo propaganda del perdón.
Carta a santa Teresa de Lisieux, página 178
Tenía yo diecisiete años cuando leí tu autobiografía.
Fue como si me hubiera caído un rayo. ”Historia de una florecilla de mayo” la definiste tú, pero a mí me pareció la historia de una “barra de acero”, por la fuerza, la voluntad, la valentía y la decisión que se desprende de ella. Una vez el elegido el camino de la entrega total a Dios, nada pudo cortarte el paso: ni la enfermedad, ni las contradicciones externas, ni nieblas y tinieblas interiores.
Me acordé de ella cuando me llevaron enfermo al sanatorio. Eran aquellos años en los que no se había descubierto todavía la penicilina y los antibióticos, y la perspectiva que se le presentaba al paciente era una muerte más o menos próxima.
Carta a Hipócrates, página 170
Segundo mérito: es usted el autor del célebre “juramento de Hipócrates”, código moral de inmarcesible valor. A tenor de él los médicos tenían que jurar que prescribirían a los enfermos la dieta apropiada, defendiéndolos de cuanto fuera injusto o nocivo; que no interrumpirían ningún embarazo; que-al entrar en una casa- no tendrían más propósito que el de curar al enfermo, absteniéndose de toda corrupción para con hombres o mujeres, aunque fueran esclavos, y que guardarían el secreto profesional como cosa sagrada.
Carta al pintor anónimo del castillo, página 169
Amigo pintor, con tus pinturas has logrado tocar algunas fibras de mi corazón. Ha sido un placer para mí.
Lástima que ahora tenga que dar paso a un displacer. ¿Cuál?, dirás. Yo te lo digo confidencialmente: me asalta la duda de si habré fastidiado a los lectores, pues algunos me habrán encontrado romántico, ingenuo y evocador desfasado de castillos, mientras otros habrán interrumpido la lectura apenas les haya dado en la nariz cierto tufillo a “moralismo”.
Son cosas del oficio.
Carta a Walter Scott, página,162
¡Gloria al escocés! Lo repito sinceramente aunque haga una pequeña salvedad con esas pullas que se encuentran salpicadas en tu obra contra la Iglesia católica. Cosa muy explicable en tí por otra parte presbiteriano, de indudable buena fe. Pero esto no impidió que a mí, niño enamorado de mi Iglesia, esas pullas me causaran cierto malestar. Queda, con todo, el bien que has hecho, queda tu vida ejemplar.
Carta a Pavel Ivanovic Cicikov, página 142
Tus mentiras, Cicikov, adobadas con sutiles risas y cumplidos seductores, pueden elevarse hoy a la milésima potencia y convertirse en mentiras corales, nacionales, internacionales y cósmicas haciendo del nuestro “el tiempo por excelencia de los impostores”. Justo lo que ha escrito Cesbron.
Pero hay más. A través de la prensa, la radio y la televisión, no se entra en contacto con los hechos en sí, sino con una versión de los hechos , que cada uno interpreta a su modo. Y así va penetrando en las mentes la perniciosa idea de que nunca se puede llegar a la verdad, sino sólo a la opinión.
Carta al oso de San Romedio, página 134
Y sin embargo...Sin embargo ayer me sentí tentado de invertir la oración de hace un mes en la siguiente: “Señor, haz que todos seamos osos. Porque he tenido que escuchar una serie de feas blasfemias. “Entonces -me he dicho- , de qué vale vestir con tanta elegancia, calzar zapatos finísimos, llevar corbata a la última moda,
peinarse con tanto refinamiento, si de nuestra boca salen palabras tan vulgares? Mejor ser desmañados como un osos, pero no tener la boca sucia”.
Tanto más cuando se trata de un fenómeno extendidísimo; en Italia, de una verdadera epidemia; quince millones de blasfemos habituales con unos mil millones de blasfemos al día.
Carta a San Francisco de Sales, página 130
En otras palabras; menos devociones y más devoción. El alma no es tanto un pozo que hay que llenar cuanto una fuente que hacer beber.
Y no sólo el alma de las monjas. Con estos principios, la santidad deja de ser un privilegio de los conventos y se hace poder y deber de todos. No se torna empresa fácil (¡es la vía de la cruz!) por sí ordinaria: unos pocos la llevan a cabo con acciones y deseos heroicos, al modo de las águilas que planean en los altos cielos; la mayoría la realiza con el cumplimiento de los deberes comunes de cada día, pero no de una manera común, al modo de las palomas que vuelan de tejado en tejado.
Carta a San Bernardino de Siena, página 122
Sexta regla, discreción. Lo cual quiere decir no correr más de lo que te pidan tus piernas, no coger tortícolis de tanto mirar a metas demasiado altas; no comenzar demasiadas cosas a la vez, no pretender resultados de la noche a la mañana.
Ser el primero de la clase es interesante, pero no lo es para mí, si mi talento es limitado. Trabajaré con empeño y me daré por satisfecho si llego a ser cuarto o quinto. Me gustaría aprender a tocar el violín, pero no lo hago porque perjudica a mis estudios y la gente diría de mí: “quien mucho abarca, poco aprieta”.
Carta a don Gonzalo Fernández de Córdoba. página 115
¿Diálogo? Los documentos conciliares hablan de él más de cincuenta veces. Hay que practicarlo, pues, con buena voluntad por ambas partes. Los obispos no se escuchen sólo a sí mismos; consulten, examinen junto con otros antes de decidir. Y “los fieles hablen con esa libertad y confianza que es propia de los hijos de Dios y de los hermanos en Cristo... siempre con verdad, fortaleza y prudencia, con reverencia y caridad”.
Pero ni siquiera el diálogo podrá funcionar como una varita mágica que todo lo sana, resuelve y pone en orden. El diálogo sólo es útil en la medida en que los dialogantes tienen confianza en él y observan sus justas reglas.
Carta a Pablo diácono, página 101
He aludido a carreteras embotelladas, a coches, a curvas y a adelantamientos. También, éste es un gran problema de conciencia. No deja de ser curioso que ningún conductor diga en el confesionario: “Padre, me acuso de haber puesto en peligro mi vida y la de los demás”. Nadie que diga: “He sido imprudente, alocado al conducir”.
Y, sin embargo, son muchos los que apenas ven un coche de lejos se dicen inmediatamente y casi se juran a sí mismos: “lo voy a adelantar”.
Carta a Pinocho, página 88
También yo, al ir y venir de la escuela, me veía enzarzado en “batallas” con bolas de nieve en invierno; a puñetazos y patadas en todas las estaciones del año; unas veces “encajaba”; otras daba sin tratar de equilibrar el “haber” con el “debe” y de no lloriquear en casa, donde, si me hubiera quejado, me habrían quizá dado el resto.
Carta a los cuatro del club Pickwich, página 84
Sólo que, además de la la soberbia personal, interviene también la soberbia del grupo, que provoca otros sofismas. Piensa, por ejemplo, en el partido, la clase, la ciudad natal: se corre el riesgo de abrazar una idea no porque se la tenga por verdadera, sino porque es la idea del grupo, del partido. Los errores del racismo, del nacionalismo, del patriotismo, del imperialismo, abrazados por millones de hombres, se deben precisamente a esto.
De aquí vienen también los sofismas producidos por el oportunismo. Por pereza, se va sin reaccionar, a donde van los demás, plumas llevadas por el viento, troncos arrastrados por la corriente.
Carta a Fígaro, página 76
Tendremos también que aceptar que los jóvenes son distintos de nosotros, los adultos, en el modo de juzgar, de comportarse, de amar y de orar. También ellos tienen –como la tenías tú, Fígaro- una palabra que decir al mundo, una palabra digna de ser oída con respeto.
Será preciso compartir con ellos la tarea de conducir a la sociedad por caminos de progreso, con una advertencia: que ellos aprietan más el acelerador y, nosotros, en cambio, apretamos más el freno. Que en todo caso, el problema de los jóvenes no puede separarse de la sociedad; su problema es en parte, crisis de la sociedad.
Carta a Penélope, página 69
Estas disputas y discrepancias constituyen el cuarto obstáculo del amor conyugal. Aun los mejores esposos tienen momentos de cansancio y de mal humor a los que hay que poner remedio sin romper la paz. ¿Está él enojado y sombrío? Es el .momento de que ella se ilumine de dulzura. ¿Está ella cansada y nerviosa? Le toca a él mantenerse en calma esperando que pase la tormenta. Lo importante es que el nerviosismo de él y de ella no coincidan y se superpongan, porque entonces se produce un cortocircuito, estallan las lámparas, escapan las palabras, a veces demasiado verdaderas con aquella triste vedad que produce desencantos, rencores, heridas secretas.
Carta al Rey David, página 62
Vuestro optimismo al final del pequeño salmo estalla en un grito de gozo: Me abandono en el Señor, desde ahora y por siempre. Al leeros no me parecéis un amedrentado, sino un hombre valiente, un hombre fuerte que se vacía el alma de confianza en sí mismo, para llenarla de la confianza y la fuerza de Dios.
La humildad -en otras palabras- corre pareja con la magnanimidad. Ser buenos es algo grande y hermoso, pero difícil y arduo. Para que el ánimo no aspire a cosas grandes de forma desmesurada, he ahí la humildad. Para que no se acobarde ante las dificultades, he ahí la magnanimidad.
Carta a Johann Wolfgang Goethe, página 55
Pues bien, ahora me tiene usted a mí, que admiro su genio, pero no acepto alguna de sus ideas. Ésta, por ejemplo: que teniendo el arte como campo propio toda la realidad, el artista puede legítima y libérrimamente, narrar, pintar, describirlo todo, incluso el mal.
El artista puede ciertamente describir el mal con tal que el mal aparezca como un mal, no sea tomado como bien, no se presente embellecido, no incite a otros a repetirlo e imitarlo.
Carta a San Bernardo abad de Claraval, página 40
Ojos, pues, a las circunstancias, a los estados de ánimo; si cambian cambia también tú, no los principios, sino la aplicación de los principios a la realidad del momento. En cierta ocasión, Cristo huyó de la muchedumbre que había venido “para llevarlo a la fuerza y proclamarlo rey”. En otras circunstancias, la víspera de la pasión, por el contrario, se preparó él mismo el modesto triunfo de su entrada en Jerusalén.
Carta a Trilussa, página 36
¡Querido Trilussa! Manzoni define “gozoso prodigio y banquete de gracia” la vuelta del desconocido a la fe. Se desprendía fácilmente que también él había “vuelto”.
Se trata de un banquete siempre dispuesto abierto a todos. Por lo que a mí toca, yo trato de aprovecharlo todos los días, volviendo a levantar hoy la vida de fe echada por tierra por los pecados de ayer. Quién sabe si los cristianos que, como yo, se sienten unas veces buenos y otras pecadores, aceptarán conmigo ser “invitados agradecidos”!
Carta a Charles Péguy, página 28
¡Cómo se equivocan, Péguy, aquellos que no tienen esperanza!
Judas hizo un gran disparate el día que vendió a Cristo por treinta monedas, pero cometió otro mucho mayor cuando pensó que su pecado era demasiado grande para ser perdonado. Ningún pecado es demasiado grande; una miseria finita, por muy enorme que sea, podrá siempre ser cubierta por una misericordia infinita.
Ni tampoco nunca es demasiado tarde; Dios no sólo se llama Padre, sino Padre del hijo pródigo, que nos divisa cuando estamos lejos, que se enternece y, corriendo viene a arrojarse a nuestro cuello y a besarnos tiernamente.
Carta a Maria Teresa de Austria, página 24
¿Agradar a todos? No tiene nada de malo; lo malo puede estar en agradar en determinada forma. Creo, sin embargo, que una mujer debe tratar de agradar, ante todo, a sus padres, hermanos, hermanas, y, sobre todo al marido, al hombre que la elegirá como esposa y madre de sus hijos.
Ahora bien, todos éstos desean que la mujer sea elegante y bella, pero en un marco de modestia que la haga más bella aún y moralmente atractiva.
Carta a Gilbert K. Chesterton, página 19.
Nuestro Dios es tan poco rival del hombre, que ha querido hacerle su amigo, llamándole a participar de su misma naturaleza divina y de su misma eterna felicidad. Ni tampoco es verdad que nos pida demasiado; al contrario, se contenta con poco, porque sabe muy bien que no tenemos gran cosa.
Querido Chesterton, estoy tan convencido, como tú: este Dios se hará conocer y amar cada vez más; y de todos, incluidos los que hoy lo rechazan, no porque sean malos (¡son quizá mejores que nosotros! ) sino porque le miran desde un punto de vista equivocado. ¿Que ellos siguen sin creer en Él. ? Él les responde: soy yo el que cree en vosotros.
Carta a Mark Twain, página 9
Mis alumnos se entusiasmaban cuando les decía: Ahora os voy a contar otra de Mark Twain. Temo en cambio, que mis diocesanos se escandalicen: “¡Un obispo que cita a Mark Twain!” Quizá fuera necesario explicarles primero que, así como hay muchas clases de libros, hay también muchas clases de obispos. algunos en efecto, parecen águilas que planean con documentos magistrales de alto nivel, otros son como ruiseñores que cantan maravillosamente las alabanzas del Señor; otros, por el contrario, son pobres gorriones, que en la última rama del árbol eclesial, no hacen más que piar, tratando de decir algún que otro pensamiento sobre temas vastísimos.
Yo, querido Twain, pertenezco a esta última categoría.
Carta a Charles Dickens, página 7 Solidaridad: Somos una sola barca llena de gentes muy cercanas en el espacio y en las costumbres, pero en un mar muy revuelto. Sino queremos terminar en graves desastres, la regla es ésta: todos para uno y uno para todos: insistir en lo que une y dejar de lado lo que separa.
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